El crecimiento económico del país ha alcanzado niveles históricos, con un incremento promedio del 6.06% en los últimos tres años, según el Banco Central de Reserva (BCR). Sin embargo, este dinamismo no se refleja de igual manera en todos los sectores, dejando a las microempresas, especialmente las informales, fuera de la aceleración económica.
Un informe del Observatorio MYPE de la Escuela LID de la Fundación Salvadoreña de Apoyo Integral (FUSAI) señala que la contribución de las microempresas al Producto Interno Bruto (PIB) cayó del 42% en la última década al 36.3% en 2023. Factores como la inflación, la falta de formalización y las dificultades para competir en cadenas de valor modernas parecen ser los principales obstáculos para este sector clave.
La inflación, descrita como un «impuesto regresivo» por el economista William Pleites, afecta particularmente a las microempresas más pequeñas. Estas enfrentan dificultades para ajustar sus precios sin perder competitividad, reduciendo aún más sus márgenes de ganancia.
Ante esta realidad, propuestas como la de la Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (CONAMYPE) ganan relevancia. Su plan busca profesionalizar y formalizar gradualmente a las microempresas para integrarlas en cadenas de valor más competitivas. Este enfoque permitiría a las MYPES acceder a nuevas oportunidades de mercado y mejorar sus ventas.
Luis Castillo, director del Observatorio MYPE, subraya que el éxito de estas iniciativas depende del fortalecimiento de programas de apoyo específicos. Según él, «sin herramientas efectivas para su integración, las microempresas seguirán rezagadas, limitando su impacto en la economía nacional».
El reto ahora está en convertir estas propuestas en políticas concretas que impulsen a las microempresas a superar las barreras estructurales. De hacerlo, el país no solo garantizará un crecimiento más equitativo, sino que también fortalecerá su base económica a largo plazo.