El Banco Mundial advirtió en su más reciente informe que el crimen organizado se ha convertido en uno de los principales obstáculos para el desarrollo económico en América Latina y el Caribe, una región que, según las proyecciones, tendrá el crecimiento más lento del mundo en 2025 y 2026. A través de su Reporte Económico para la región (LACER), el organismo destaca cómo la violencia y la criminalidad han perpetuado un ciclo de pobreza e inseguridad difícil de romper.

El documento señala que los grupos criminales afectan el desarrollo mediante cuatro mecanismos: monopolizan mercados legales e ilegales, instauran gobiernos paralelos que imponen impuestos, extorsionan a empresas legítimas e infiltran el aparato estatal mediante corrupción. Estos factores elevan el costo de hacer negocios y erosionan la confianza en las instituciones, ralentizando la inversión y el crecimiento.
La violencia en la región es especialmente alarmante. La tasa de homicidios es ocho veces mayor al promedio global, y aunque no todos los asesinatos se relacionan directamente con el crimen organizado, el informe enfatiza un “exceso” de homicidios que supera lo esperado en función de los niveles de pobreza y desigualdad. Esta letalidad destaca la gravedad del fenómeno criminal en América Latina.

Organismos como el BID y el FMI han respaldado esta preocupación. El primero estima que el crimen y la violencia cuestan en promedio un 3,5% del PIB regional, mientras que el segundo advierte que un aumento del 10% en los homicidios reduce en 4% la actividad económica local. Brasil y México perdieron juntos más de 130 mil millones de dólares en 2023 debido a la inseguridad.
Casos como Haití y Venezuela ilustran cómo las crisis económicas e institucionales son aprovechadas por el crimen organizado. En Haití, las pandillas controlan la mayoría de la capital, mientras que en Venezuela se han consolidado redes criminales que cooperan con el Estado para mantener el control territorial y económico, profundizando la violencia y la corrupción.

El informe concluye que sin acciones coordinadas para reducir la violencia y reconstruir las instituciones, será difícil que la región alcance un crecimiento sostenido. La persistencia de condiciones económicas adversas y la reducción de la cooperación internacional podrían fortalecer aún más al crimen organizado, perpetuando un círculo vicioso de pobreza, violencia y estancamiento.