El reciente aumento del salario mínimo en El Salvador ha generado diversas opiniones entre la población, especialmente entre los usuarios del Mercado Central de San Salvador. A tres meses de su implementación, la expectativa de una mejora en la economía familiar se ve enfrentada a la realidad de los precios de la canasta básica, que, según comerciantes y compradores, siguen en constante cambio.

Según los comerciantes, la fluctuación en los precios se debe a la variabilidad de sus proveedores. Por ejemplo, en el centro de San Salvador, los tomates se venden a nueve por un US$1, los frijoles a US$1.05 la libra y el cartón de huevos a US$6. Algunos dueños de tiendas de abarrotes, comparten su preocupación, señalando que el aumento de costos los obliga a subir los precios de sus productos para mantener su negocio, afectando a la vez el poder adquisitivo de sus clientes.
Los compradores también coinciden en que, aunque el ajuste salarial era necesario, los costos de productos esenciales han aumentado. Según datos del Banco Central de Reserva, en junio de este año la canasta básica urbana costaba alrededor de US$253 mensuales por familia. Esto significa que más de la mitad de un salario mínimo se destina a la alimentación, una cifra preocupante para muchos salvadoreños que enfrentan dificultades para cubrir sus gastos.

La situación es aún más compleja en los mercados municipales, donde los precios a menudo no benefician la economía familiar. Compradores explican que los AgroMercados ofrecen precios más accesibles. En estos lugares, un cartón de huevos se encuentra a US$4, los tomates a 20 por un US$1 y la libra de frijol a US$0.80. Usuarios creen que el aumento de costos por parte de las empresas para pagar el salario mínimo se transfiere al precio final de los productos.

En el ámbito rural, la situación también presenta desafíos. Para el primer semestre del año, la canasta básica rural alcanzó los US$184, lo que representa un incremento de US$5 en comparación con el costo de US$179 registrado en 2024. Este aumento, aunque menor, muestra una tendencia al alza en los costos de los alimentos que impacta directamente en la economía de las familias del campo.
