
El último centavo estadounidense fue acuñado este miércoles en la Casa de la Moneda de Filadelfia, cerrando un ciclo de 238 años de historia. Con ello, Estados Unidos pone fin a la producción de una moneda que, durante generaciones, simbolizó el valor del dinero y la cultura del ahorro.
La decisión responde a un motivo estrictamente económico: acuñar cada centavo cuesta casi cuatro veces más de lo que vale, lo que representa una pérdida constante para el Tesoro. Por esta razón, el presidente Donald Trump ordenó en febrero detener su fabricación, calificándola como una medida de “eficiencia fiscal”.

El retiro del centavo también refleja los cambios estructurales en la economía moderna. Con la digitalización de los pagos, el aumento de los precios y la menor circulación de efectivo, su uso se volvió marginal. Hoy, millones de monedas descansan olvidadas en frascos y cajones, sin valor práctico en la vida diaria.
Economistas destacan que esta decisión podría ahorrar millones de dólares al gobierno cada año y acelerar la transición hacia una economía más ágil y digital. No obstante, para muchos estadounidenses, el adiós al centavo representa algo más que un cambio monetario: simboliza la transformación del país hacia una nueva era económica, en la que el dinero físico pierde terreno frente a la tecnología.
