
A pocos días de la presentación del nuevo Panorama de las Políticas de Desarrollo Productivo en América Latina y el Caribe 2025 de CEPAL, el diagnóstico es claro: El Salvador, al igual que Centroamérica y la región latinoamericana en general, enfrenta importantes desafíos para avanzar en competitividad, inclusión y bienestar, a raíz de un estancamiento en su productividad y un crecimiento económico insuficiente en la última década.

En el caso salvadoreño, los datos muestran que la productividad laboral mantiene niveles bajos frente al promedio regional, ubicándose el país aún por debajo de otras economías emergentes de Latinoamérica en términos de generación de valor por trabajador y diversificación sectorial.

Centroamérica, marcada por la heterogeneidad y una alta proporción de empleo en sectores de baja productividad como la agricultura y el comercio, aún tiene pendiente el salto cualitativo hacia actividades intensivas en conocimiento y servicios empresariales, que en otras economías de la región vienen mostrando mayor dinamismo.
América Latina en su conjunto atraviesa lo que la CEPAL denomina “la trampa de baja capacidad para crecer”. Tras expansión entre 1990 y 2013, la región experimenta retroceso en productividad y hoy registra tasas inferiores al promedio mundial, con 2017 como un punto de inflexión.

Este rezago, agravado por la debilidad institucional y la alta desigualdad, limita las mejoras en bienestar y amenaza con una nueva “década perdida” si no se escalan políticas de transformación productiva, innovación e inclusión social.

El organismo advierte que, sin políticas públicas deliberadas de mediano y largo plazo, el estancamiento persistirá. Propone fortalecer la coordinación público-privada, inversión en ciencia y tecnología, y promover sectores estratégicos (como la transición energética y la economía circular), sin descuidar la “productividad verde” y la cohesión social que garanticen un desarrollo sostenible y resiliente.
En síntesis, el informe llama a El Salvador y los países centroamericanos a dejar atrás enfoques sectoriales dispersos y apostar por estrategias integrales, ambiciosas y colaborativas. Sólo así la región podrá subirse a la ola de la transformación productiva e impedir que las brechas estructurales se profundicen frente al contexto global y latinoamericano actual.