El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el crecimiento económico mundial se mantenga estable, aunque con tasas de crecimiento consideradas decepcionantes en comparación con las tendencias anteriores a la pandemia. En las economías emergentes y en desarrollo, factores como las interrupciones en la producción de materias primas, conflictos y fenómenos meteorológicos extremos han impactado negativamente las proyecciones.
A nivel global, se espera que el crecimiento económico alcance un nivel del 3,1% en cinco años, una cifra que resulta mediocre en comparación con el período anterior a la pandemia.
El proceso de desinflación global sigue su curso, aunque los precios de los servicios continúan siendo elevados en varias regiones. Esto pone de aliviar la necesidad de comprender mejor las dinámicas sectoriales y ajustar la política monetaria en consecuencia. Para evitar una desaceleración abrupta de la economía global, las políticas económicas a corto plazo deben ser calibradas con cuidado. Al mismo tiempo, se requieren reformas estructurales que impulsen el crecimiento a mediano plazo, con un enfoque especial en proteger a los grupos más vulnerables.
Además de las políticas monetarias y estructurales, el FMI enfatiza la necesidad de mejorar las redes de seguridad social, especialmente en las economías en desarrollo. Los efectos de los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las interrupciones en la cadena de suministro han golpeado duramente a las poblaciones más pobres, lo que hace crucial reforzar el acceso a bienes básicos, como alimentos y energía. Las instituciones globales, en cooperación con los gobiernos locales, deben implementar estrategias para mitigar estos impactos, asegurando que el crecimiento económico no solo sea sostenido, sino también inclusivo.
El informe del FMI subraya la relevancia de las políticas fiscales prudentes. La deuda pública ha alcanzado niveles alarmantes en varios países, lo que limita el margen de maniobra para enfrentar futuras crisis. En este sentido, se recomienda a los gobiernos que diseñen marcos fiscales sostenibles que puedan equilibrar la necesidad de gasto en infraestructura y bienestar con el control del endeudamiento. La coordinación entre políticas monetarias y fiscales será clave para mantener la estabilidad económica, mientras se preparan para enfrentar riesgos globales como el cambio climático, los desastres naturales y la creciente inestabilidad geopolítica.