La guerra comercial entre China y Estados Unidos no ha terminado, a pesar de los recientes acuerdos provisionales. El 11 de mayo, ambas potencias decidieron reducir drásticamente los aranceles durante un periodo de 90 días para continuar negociando, lo que dio un respiro temporal a la economía global. Sin embargo, este alivio no debe confundirse con una solución definitiva. La política comercial entre ambas naciones sigue siendo más restrictiva y menos predecible que antes de la llegada de Donald Trump al poder.

Aunque se ha evitado una caída inmediata, las secuelas del proteccionismo continúan afectando a la economía mundial. China aún enfrenta múltiples aranceles, incluidos algunos del 54% sobre envíos directos de bajo valor y un 20% adicional vinculado a la producción de fentanilo. Estados Unidos, por su parte, ha extendido aranceles a sectores clave como acero, aluminio, automóviles y productos tecnológicos, y busca reducir el comercio de otros países con China.
El entorno actual no representa un retorno al statu quo. El arancel promedio estadounidense ajustado se ubica entre el 15% y el 20%, el más alto desde la década de 1930. Estas medidas podrían reducir el comercio bilateral en un 40% a largo plazo, mientras que el crecimiento económico estadounidense sufrirá una desaceleración importante, y la inflación se incrementará. Aunque el impacto en China será más moderado, su economía ya enfrentaba desafíos previos.

Uno de los factores más perjudiciales es la incertidumbre constante. Las empresas necesitan estabilidad para planificar inversiones, pero la política comercial sigue siendo impredecible. Los 90 días de tregua son vistos por las compañías navieras como una ventana temporal de claridad en medio del caos generalizado.
El desenlace más esperanzador sería que ambas potencias alcanzaran un acuerdo superficial y suspendieran sus hostilidades. Sin embargo, experiencias previas, como el “acuerdo de fase uno” o la renegociación del TLCAN, sugieren que estos tratados terminan siendo simbólicos más que transformadores. La desconfianza entre ambas partes es alta y los compromisos anteriores han sido incumplidos por ambos lados.

Mientras Trump mantenga su enfoque proteccionista y esté en la Casa Blanca, la posibilidad de una nueva escalada no puede descartarse. Con una visión comercial centrada en los aranceles y un Congreso dispuesto a aumentar el déficit, las tensiones podrían volver a intensificarse. Por ahora, la guerra comercial ha sido pausada, pero su final aún está lejos de ser una realidad.