El informe La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2024 llega en un contexto crítico para la región, marcada por tres grandes trampas: bajo crecimiento económico, alta desigualdad y capacidad institucional limitada. Estas problemáticas dificultan el desarrollo sostenible y exigen un análisis profundo de las dinámicas de la inversión extranjera directa (IED). Entender cómo esta se relaciona con políticas de desarrollo productivo es esencial para maximizar el impacto positivo de las inversiones transnacionales y superar las barreras estructurales del crecimiento.
En 2023, la región registró una caída general de la IED, influenciada principalmente por las disminuciones en Brasil (-14%) y México (-23%), los dos principales receptores de inversiones. En América del Sur, los resultados fueron mixtos. Mientras que Perú sufrió una caída drástica en sus flujos de inversión (-65%), Argentina y Chile destacaron con aumentos del 57% y 19%, respectivamente. Estos incrementos son señales alentadoras en un contexto económico desafiante, pero insuficientes para compensar las caídas en otros países de la región.
Por otro lado, Centroamérica y el Caribe mostraron un desempeño más positivo, con aumentos del 12% y 28%, respectivamente, en comparación con el año anterior. Costa Rica y Honduras lideraron en Centroamérica, con crecimientos del 28% y 33%, mientras que, en el Caribe, Guyana (+64%) y República Dominicana (+7%) impulsaron el incremento. Estos resultados reflejan la capacidad de ciertas economías para atraer inversiones pese a la incertidumbre global.
La evolución de la IED en América Latina y el Caribe evidencia disparidades regionales y desafíos estructurales persistentes. Para aprovechar el potencial de las inversiones extranjeras, es crucial implementar políticas integrales que fortalezcan la capacidad de los países de canalizar la IED hacia sectores productivos estratégicos, promoviendo un desarrollo inclusivo y sostenible.