En una economía donde más del 60% del empleo nacional aún proviene del sector informal, historias como la de Aldo Cantor muestran el impacto real que pueden tener los modelos comerciales organizados. Desde el corazón del Bajo Lempa, en Tecoluca, este productor de plátanos y limones ha logrado consolidarse como proveedor clave de la Central de Abastos en Soyapango, uno de los mayores centros de distribución mayorista en la capital salvadoreña.

Instalado en los puestos 26 al 30 del Módulo C, Aldo relata cómo su ingreso a la Central cambió el rumbo de su negocio: “Desde que llegamos acá, el movimiento ha crecido de manera bastante grande”. Gracias a este espacio, su producción no solo alimenta hogares salvadoreños, sino también abastece restaurantes, Agro Mercados y revendedores en distintos puntos del país. El crecimiento también se ha traducido en empleo local, tanto en la zona productora como en la distribución.
El modelo de la Central de Abastos se basa en el comercio directo entre productores y compradores finales, eliminando intermediarios y reduciendo costos. “Tenemos la ventaja de que ya no hay intermediarios. Eso vuelve la compra más directa y el precio para el consumidor final bastante disminuido”, afirma Cantor. Esta dinámica ha sido fundamental para mejorar los márgenes de ganancia de cientos de pequeños agricultores y mantener precios accesibles en un contexto donde el costo de los alimentos sigue siendo una preocupación nacional.

En El Salvador, la mayor parte de los jefes del hogar hacen sus compras en mercados y puntos informales. Por lo que espacios como la Central de Abastos ofrecen una alternativa formal, segura y organizada, facilitando el acceso a productos frescos con trazabilidad y control de calidad.
Berta Alicia Rodríguez Cervellón, subgerente de la Central, destaca la misión social y económica del recinto: “Nuestra labor es servir tanto al productor como al consumidor. Todo lo que se comercializa aquí busca ir directo desde el campo hasta la mesa de los salvadoreños”. Actualmente, se estima que cerca de 8,000 personas transitan diariamente por la Central, entre productores, mayoristas, compradores y distribuidores.
La operación logística comienza desde las 2:00 a.m. y se mantiene activa hasta las 10:00 p.m., asegurando que productos como los de Aldo lleguen a tiempo a cada punto de venta. “Mandamos a los agromercados con los camiones que nos visitan y llevamos el producto a todo el territorio nacional”, añade Rodríguez Cervellón.


La historia de Aldo Cantor es una muestra del efecto multiplicador que puede tener una infraestructura bien gestionada en la economía rural. La Central de Abastos no solo alimenta a El Salvador; también nutre el desarrollo local, impulsa la formalización del comercio agrícola y demuestra que el progreso es posible cuando se abren espacios para el crecimiento productivo.