El informe reciente de ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD) revela que la inversión extranjera directa (IED) global aumentó un 11% en 2024, alcanzando los US$1.4 billones. Sin embargo, al excluir los flujos hacia las economías de tránsito europeas, los datos muestran una caída del 8%. Esta divergencia evidencia un panorama global marcado por dinámicas económicas cambiantes y desafíos persistentes, como la inestabilidad económica y las tensiones geopolíticas.
A pesar del crecimiento global de la IED, las economías en desarrollo enfrentan importantes desafíos para atraer inversiones sostenibles. La disminución en la creación de nuevas instalaciones y en la financiación de proyectos internacionales resalta la necesidad de políticas estratégicas y diversificadas que incentiven sectores clave, particularmente los relacionados con el desarrollo sostenible. En este contexto, los países deben fortalecer su capacidad para competir en un entorno incierto.
Para 2025, se prevé un crecimiento moderado de la IED, impulsado por mejores condiciones financieras y un aumento en las fusiones y adquisiciones. Sin embargo, las tensiones geopolíticas y la incertidumbre económica mundial continúan siendo obstáculos significativos. Estas condiciones subrayan la necesidad de un enfoque global coordinado para gestionar los riesgos y aprovechar las oportunidades de inversión.
En las economías desarrolladas, las estrategias de diversificación están ganando terreno como una respuesta a la volatilidad de los mercados globales. Por su parte, las economías en desarrollo enfrentan un doble reto: mantener la estabilidad económica y promover sectores estratégicos que atraigan inversiones sostenibles. Este panorama destaca la urgencia de políticas coherentes que favorezcan tanto a los inversores como al desarrollo local.
La IED sigue siendo un motor clave para el crecimiento económico global, pero su distribución desigual plantea interrogantes sobre el impacto en el desarrollo sostenible. En este escenario de retos y oportunidades, las estrategias de inversión deben priorizar la sostenibilidad y la resiliencia, contribuyendo así a un crecimiento inclusivo que beneficie tanto a las economías receptoras como a los inversores internacionales.