La economía estadounidense enfrenta una nueva sacudida tras la decisión de Moody’s de rebajar su calificación crediticia de AAA a Aa1, un cambio que refleja el creciente deterioro fiscal del país. Esta rebaja, aunque esperada por algunos analistas, tuvo un impacto inmediato en los mercados: el bono estadounidense a 30 años superó el umbral del 5% de rentabilidad, una señal de desconfianza por parte de los inversores y una presión adicional para el Tesoro de EE.UU.

El diferencial entre la deuda estadounidense y la de otros países considerados seguros, como Alemania, se ha ampliado significativamente. Actualmente, el bono americano a 30 años ofrece una rentabilidad 200 puntos básicos superior al bono alemán de igual vencimiento, mientras que incluso el bono español a ese plazo se mantiene por debajo, con un 4,1%. Esta situación ilustra el escepticismo de los mercados sobre la sostenibilidad fiscal de EE.UU., cuyas cuentas públicas se ven lastradas por déficits crecientes y un elevado coste de intereses.

Según los analistas, esta rebaja responde a factores estructurales ya conocidos, pero cobra relevancia en un contexto de mayor incertidumbre global y de tensiones comerciales. Desde principios de 2025, se ha registrado una rotación de inversiones desde EE.UU. hacia Europa y otras regiones, tendencia que podría intensificarse con esta decisión. La prima de riesgo creciente refuerza la percepción de vulnerabilidad fiscal estadounidense en medio de un entorno internacional volátil.
A nivel técnico, se espera que las tasas de interés continúen al alza esta semana debido a una mayor concentración de emisiones a largo plazo por parte del Tesoro estadounidense, mientras los mercados esperan pocos datos macroeconómicos relevantes. La presión sobre toda la curva de rendimiento americana, desde los bonos a 10 hasta los de 30 años, anticipa costos financieros mayores para el país y desafíos para su crecimiento económico.

Aunque las rebajas de rating no siempre han tenido efectos prolongados en EE.UU., el contexto actual es distinto. Las dudas sobre el liderazgo económico global del país, junto con una política fiscal poco clara y un entorno político polarizado, podrían limitar el apetito inversor en los próximos meses. La pérdida de la triple A no es solo un símbolo: es una advertencia sobre la sostenibilidad del modelo económico estadounidense.