Aunque su función es enfriar, los refrigeradores tradicionales han contribuido durante años al calentamiento global. Hoy, afortunadamente, esa historia comienza a cambiar. En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, surgen buenas noticias: una nueva generación de electrodomésticos está transformando silenciosamente el impacto ambiental en miles de hogares centroamericanos.

Un solo dato basta para dimensionar el cambio: un refrigerador puede consumir hasta el 50% de la energía eléctrica de una casa. Sin embargo, los modelos más recientes ya permiten ahorros de hasta un 25% gracias al uso de compresores eficientes, aislamiento optimizado y gases refrigerantes naturales que no dañan la capa de ozono.
Además, bajo el principio de Responsabilidad Extendida del Productor, cada vez más fabricantes en la región están promoviendo esquemas de recolección y reciclaje de electrodomésticos al final de su vida útil, asegurando su disposición segura y el reaprovechamiento de sus componentes.
“El planeta necesita acciones concretas y sostenidas. Avanzar hacia una refrigeración sostenible no solo significa reducir emisiones, sino también empoderar a los consumidores con decisiones responsables de compra, uso y descarte”, señaló Andrés Santana, Gerente de Sustentabilidad de Mabe.
En sus plantas de manufactura, se han eliminado gases como el HFC-134a, sustituyéndolos por el R-600a, un refrigerante natural con cero impacto sobre la capa de ozono y una reducción en el potencial de calentamiento global de 98%. Estos cambios no son aislados: forman parte de una hoja de ruta que busca alinear la producción industrial con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente en energía asequible, consumo responsable y acción por el clima.
Refrigerar sin calentar: el nuevo estándar
Además de su eficiencia energética, los nuevos equipos también cumplen normativas internacionales como RoHS, que limita el uso de sustancias peligrosas en la fabricación de electrónicos. Esto garantiza que desde el diseño hasta su disposición final, cada componente considere la salud humana y el medio ambiente.
La transformación ya está en marcha. En países como Colombia, programas de recambio de refrigeradores han sustituido más de 30.000 unidades, evitando alrededor de 1.776 toneladas de CO₂ equivalentes al año.
Este 5 de junio, la reflexión es clara: incluso los objetos más cotidianos pueden tener un impacto profundo. Cambiar la forma en que enfriamos nuestros alimentos puede ser, paradójicamente, una de las formas más efectivas de mantener caliente nuestro compromiso con el planeta.