La elevada inflación, el aumento de las tasas de interés y la desaceleración del crecimiento han preparado el terreno, para crisis financieras similares a las que estuvieron sumidas numerosas economías en desarrollo a principios de la década de 1980.
Pero sería un error culpar a la pandemia si se produjesen esas crisis. Las semillas se sembraron mucho antes de la COVID-19. Un análisis de una muestra de 65 países en desarrollo indica que, entre 2011 y 2019, la deuda pública aumentó un 18 % del PIB en promedio, y mucho más en varios casos.
La banca multilateral invita a los países de la región a aumentar el crecimiento. La mejor manera de escapar de la trampa de la deuda es salir de ella.
Las medidas para mejorar las condiciones de las empresas, una mejor asignación de los recursos y una sana competencia en el mercado son medidas de política esenciales para impulsar el crecimiento de la productividad. Los Gobiernos deberían aprovechar esta crisis para acelerar reformas estructurales clave.
Agilizar las reformas de la política fiscal. Mejorar la eficiencia de la administración tributaria y cerrar los vacíos legales son un buen comienzo, pero los Gobiernos deberían ampliar las bases impositivas de manera que apoyen el crecimiento a largo plazo en lugar de dificultarlo.