El informe, que abarca 11 países de la región, detalla que los casos más alarmantes en América Central son: Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador.
En el documento se establecen cinco fases para medir la necesidad alimentaria de los hogares: ninguna o mínima (fase 1), estrés (fase 2), crisis (fase 3), emergencia (fase 4) y catástrofe (fase 5).
La fase 1 representa los hogares que pueden satisfacer sus necesidades alimentarias sin tener que recurrir a acciones atípicas e insostenibles para poder comer, como pedir comida o acudir a planes sociales.
En la fase 2, los hogares tienen consumo de alimentos mínimamente adecuados, pero no pueden acceder a algunos alimentos esenciales. Mientras que en la fase 3, los hogares afrontan una brecha alimenticia que los sitúa en el rango de malnutrición, son marginalmente capaces de satisfacer sus necesidades alimentarias básicas y requieren ayuda urgente.
Al entrar en la fase 4, los ciudadanos tienen grandes brechas alimenticias que se traducen en un estado de desnutrición severo y tienen altas tasas de mortalidad. Algo que son incapaces de solventar sin la liquidación de sus activos o teniendo empleos precarios. Y, en la fase 5, se sitúan aquellos que tienen una carencia extrema de alimentación y que se encuentran en un estado crítico de inanición, desnutrición e indigencia.
En América Central, el 67% de la población de Honduras y Guatemala se encuentra entre las fases 2 y 4; el 66% de los habitantes de El Salvador están en la misma situación.
El secretario general de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, dijo en el informe que “esta séptima edición del Informe mundial sobre las crisis alimentarias es una acusación punzante del fracaso de la humanidad para avanzar hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, para poner fin al hambre, y lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutrición para todos”.
Para el principal de la ONU, el planeta se está “moviendo en la dirección equivocada”, producto de los conflictos bélicos y los masivos desplazamientos humanos que se registran a nivel mundial.
Una realidad que se ve reflejada en los principales factores que impulsan la delicada situación alimenticia que experimentan 258 millones de personas, en 58 países y territorios.
“La resiliencia económica de los países pobres ha disminuido drásticamente en los últimos tres años, y ahora se enfrentan a largos períodos de recuperación y a una menor capacidad para hacer frente a futuras conmociones”, detalla el estudio.
Se trata de una disminución provocada, entre otros factores, por los efectos socioeconómicos de la pandemia de covid-19 y las consecuencias de la guerra de Ucrania. “Las conmociones económicas (incluidos los efectos socioeconómicos de la covid-19 y las repercusiones de la guerra en Ucrania) se convirtieron en el principal factor determinante en 27 países, donde 83,9 millones de personas se encuentran en la fase 3 o superior, frente a los 30,2 millones de personas y los 21 países en 2021”, detalla la investigación.