El oro continúa su ascenso imparable, alcanzando nuevos máximos históricos día tras día. En las primeras horas del martes, el metal precioso superó los US$3,500 por onza, estableciendo un nuevo récord en su cotización. Este aumento refleja el creciente interés de los inversionistas por activos considerados seguros en tiempos de incertidumbre.

Gran parte del impulso en el precio del oro se atribuye a la ansiedad económica global. Las guerras comerciales impulsadas por el expresidente Donald Trump, y la naturaleza impredecible de los anuncios arancelarios, han generado desconfianza entre empresas y consumidores. Esta inestabilidad ha llevado a muchos inversores a refugiarse en el oro, tradicionalmente visto como una reserva de valor.
Los defensores del oro lo consideran una herramienta eficaz para diversificar portafolios y mitigar riesgos. Además de ser un activo tangible, su valor tiende a apreciarse durante periodos de turbulencia económica, lo que lo convierte en una opción atractiva para quienes buscan proteger su capital frente a posibles crisis.

Sin embargo, no todos los expertos coinciden en que el oro sea una inversión infalible. Los críticos señalan que, pese a su reputación, el oro no siempre ofrece protección efectiva contra la inflación, y hay alternativas más eficientes, como los instrumentos derivados, para gestionar riesgos financieros.
La Comisión de Comercio de Futuros de Productos Básicos ha emitido advertencias sobre la volatilidad de los metales preciosos. A medida que aumenta la demanda en tiempos de incertidumbre, también crecen los precios, beneficiando en muchos casos más a los vendedores que a los compradores. Ante este panorama, los analistas recomiendan precaución y una diversificación inteligente al momento de invertir.
