La Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela que cerca del 60% de la fuerza laboral global, equivalente a 2,000 millones de personas, trabaja en la economía informal. Este sector, caracterizado por su falta de regulación y estabilidad, representa un pilar importante para millones de familias, aunque conlleva numerosos desafíos para los trabajadores.
La economía informal incluye actividades que van desde el comercio ambulante hasta el trabajo doméstico y agrícola. A pesar de su contribución al sustento de muchas economías, la OIT señala que quienes forman parte de este sector suelen enfrentar condiciones laborales precarias, bajos salarios y una ausencia casi total de protección social. Esto los deja en una situación de vulnerabilidad, especialmente ante crisis económicas o sanitarias.
Además de los riesgos para los trabajadores, la informalidad impacta a los países, ya que limita la capacidad de los gobiernos para recaudar impuestos y garantizar derechos laborales básicos. Por ello, la OIT subraya la importancia de implementar políticas públicas que promuevan la transición de la economía informal a la formalidad, priorizando la protección social y la mejora de las condiciones laborales.
Este informe resalta la urgencia de abordar la economía informal como un desafío global. La creación de oportunidades laborales dignas y el fortalecimiento de sistemas de protección social son pasos clave para reducir las desigualdades y garantizar condiciones de vida más justas para los millones de trabajadores afectados.