
Durante años, don Jaco se dedicó exclusivamente a sembrar güisquil. Era su cultivo estrella, el que lo había sostenido junto a su familia. Pero las exigencias del mercado y los cambios en el clima lo obligaron a tomar una decisión crucial: diversificar o desaparecer.
Hoy, su finca no solo produce güisquil. También cultiva chile verde, chile morrón, pepino y tomate. La apuesta por la diversificación agrícola se ha convertido en una estrategia de supervivencia para muchos productores salvadoreños. Ya no se trata únicamente de producir más, sino de producir distinto, mejor y con mayor capacidad de adaptación.

La agricultura salvadoreña en transformación
En un país donde más del 70% de la producción agrícola depende de pequeños y medianos productores, la diversificación representa una vía para enfrentar dos retos simultáneos: la inestabilidad del mercado y el impacto creciente del cambio climático.

“Hace unos ocho años comenzamos a introducir otros cultivos. Probamos primero con chile verde, después con tomate, y más recientemente con chile morrón. Cada uno tiene sus propias exigencias, pero si el clima nos ayuda y el mercado lo pide, lo trabajamos”, explica don Jaco, desde su finca ubicada en una zona fértil del occidente del país.
Este cambio no ha sido improvisado. La diversificación responde a una necesidad concreta: evitar el colapso económico que genera depender de un solo cultivo. Si el precio del güisquil cae o si una plaga lo ataca, hay otros productos que pueden compensar la pérdida.

Innovar desde lo local
La finca El Progreso no es una excepción. Cada vez más productores están abandonando la lógica del monocultivo y apostando por sistemas agrícolas mixtos que integran hortalizas, frutas e incluso pequeñas parcelas de café u ornamentales.
La clave está en observar el comportamiento del suelo, analizar la demanda del mercado y adaptar la producción de forma gradual. “Nosotros no podemos competir con grandes agroindustrias, pero sí podemos ofrecer calidad, frescura y variedad”, sostiene don Jaco.

Ese valor agregado ha sido reconocido por iniciativas como la Central de Abasto, una plataforma que permite a los productores vender directamente sus productos a mayoristas y consumidores, sin pasar por múltiples intermediarios. “Ahí podemos llevar lo que tenemos y colocarlo rápido, sin que se nos pierda el esfuerzo”, explica.