La escasez de empleos de calidad es un problema crítico en los países en desarrollo, exacerbado por el desafío demográfico que enfrentan estos países. En el contexto global, la población en edad de trabajar asciende a 5000 millones de personas, de las cuales el 84 % reside en países en desarrollo. Sin embargo, una gran parte de estos trabajadores está empleada en el sector informal, que representa el 70 % de todos los empleos en estas regiones. Estos trabajos suelen ser de baja productividad, mal remunerados e inseguros, reflejando una carencia de calidad en el empleo.
Los datos indican que solo el 25 % de los empleos remunerados a nivel mundial se encuentran en países de ingreso bajo y mediano bajo. Esta disparidad subraya la necesidad urgente de mejorar las condiciones laborales en estos países para ofrecer empleos dignos y sostenibles. La situación es aún más alarmante dado que una gran parte de la fuerza laboral en estos países trabaja en condiciones precarias, lo que limita sus oportunidades de desarrollo y bienestar económico.
El desafío se agrava con la entrada de jóvenes al mercado laboral. Se estima que 3,7 millones de jóvenes alcanzarán la edad laboral cada mes entre 2020 y 2030. Esta cifra destaca la necesidad de crear empleos de calidad que puedan absorber a esta creciente población de trabajadores jóvenes y proporcionarles oportunidades adecuadas para su desarrollo profesional y personal.
Mejorar la calidad del empleo debe ser una prioridad global para abordar esta cuestión. Implementar políticas y estrategias que fomenten la creación de empleos formales y bien remunerados no solo beneficiará a los trabajadores, sino que también contribuirá al crecimiento económico sostenible en los países en desarrollo. La inversión en educación, capacitación y reformas laborales será clave para enfrentar este desafío y garantizar un futuro laboral más prometedor para millones de personas en estas regiones.