La reciente imposición de aranceles a productos mexicanos por parte del gobierno de Donald Trump podría desencadenar una respuesta contundente de México al restringir el flujo de trabajadores agrícolas hacia Estados Unidos. La medida, que afectaría a estados clave como Texas, California y Carolina del Norte, buscaría generar presión en sectores donde la mano de obra mexicana es indispensable.
“Queremos que sientan las sanciones donde más les duele”, afirmó un miembro del gabinete mexicano, dejando entrever que el gobierno está dispuesto a utilizar este mecanismo como represalia comercial. Actualmente, cerca del 50% de los trabajadores agrícolas en Estados Unidos no tienen estatus migratorio legalmente reconocido, según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), lo que evidencia la dependencia del sector en esta fuerza laboral.

Los estados más afectados por una posible restricción serían Florida (12.3%), Georgia (11.3%), California (9.7%), Washington (9.3%) y Carolina del Norte (7.2%), ya que dependen en gran medida de los jornaleros extranjeros. De acuerdo con el Wilson Center, el 90% de estos trabajadores provienen de México, lo que refuerza el impacto que tendría una decisión de este tipo en la producción agrícola estadounidense.
Más allá de las tensiones políticas, la situación podría traducirse en un problema de abastecimiento para los consumidores estadounidenses. Sin trabajadores temporales mexicanos, sectores como la producción de cítricos, berries y hortalizas podrían enfrentar serios retrasos y una reducción en la oferta, lo que elevaría los precios en supermercados.

La posible estrategia de México refleja un giro en la dinámica migratoria y comercial con Estados Unidos. Si bien en el pasado el país ha buscado negociar con Washington para mantener el flujo de trabajadores agrícolas, esta vez podría utilizarlo como una herramienta de presión en respuesta a los aranceles impuestos por Trump.

El gobierno mexicano aún no ha hecho un anuncio oficial, pero el solo planteamiento de esta medida ya genera inquietud en el sector agrícola estadounidense. Con la temporada de cosecha en marcha, cualquier restricción podría traducirse en pérdidas millonarias y una crisis laboral en el campo norteamericano.