El Sistema de Integración Centroamericana (SICA), informa que de acuerdo con el escenario comunicado por el Comité Regional de Recursos Hidráulicos del Sistema de la Integración Centroamericana (CRRH-SICA), y los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales en la LXXV Perspectiva del Clima de América Central para el período de agosto a octubre de 2024; los expertos prevén que el fenómeno conocido como “La Niña”, altere los patrones de lluvia y temperatura en la región.
Aunque actualmente estamos en una fase neutral, se espera que La Niña haga su entrada en el último trimestre de 2024, alcanzando su máxima fuerza entre diciembre y enero del próximo año. ¿Qué significa esto para la región? Pues que el Sector Agropecuario debe prepararse para un periodo de contrastes. Mientras algunas zonas podrían tener lluvias intensas, otras tendrían menos lluvias, por lo que deben adoptarse medidas en las actividades agropecuarias para que la seguridad alimentaria y la producción no se vea afectada.
La temporada de huracanes también promete ser más intensa de lo habitual. Las cálidas aguas del Atlántico Norte y el Caribe, potenciadas por La Niña, favorecerán la formación de ciclones tropicales. Se estima que entre 2 y 4 de estos fenómenos meteorológicos podrían azotar Centroamérica y El Caribe, de forma directa o indirecta
En cuanto al pronóstico de lluvias será heterogéneo para los países. Mientras que en algunas regiones de Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y República Dominicana se esperan lluvias intensas, otras zonas experimentarán precipitaciones normales o incluso inferiores al promedio. La Costa Caribe Sur de Nicaragua y ciertas áreas de Costa Rica serían las más afectadas por condiciones más secas.
En vista de este pronóstico desde el Consejo Agropecuario Centroamericano se hace un llamado a la acción. “Es muy importarte mantenerse informados, consultar los boletines meteorológicos, buscar asesoramiento técnico” indicó Lucrecia Rodríguez, Secretaria Ejecutiva del CAC. La clave está en contar con planes de riesgo, y de adaptación: implementar prácticas agrícolas sostenibles y resilientes al clima será fundamental.
Considerando estas condiciones previstas, la adaptación y la resiliencia son las palabras clave para enfrentar estos desafíos y reducir posibles impactos en la producción agropecuaria. La cooperación y el seguimiento de las guías proporcionadas por los expertos son esenciales para mitigar los impactos adversos y aprovechar las oportunidades que las condiciones climáticas puedan ofrecer.