
El panorama económico para la micro y pequeña empresa salvadoreña (MYPE) en 2025 se perfila como uno de los más decisivos de los últimos años. Así lo reflejan los tres informes recientes del Observatorio MYPE, que muestran un sector atrapado entre rezagos estructurales persistentes y nuevas presiones tecnológicas y ambientales que redefinirán su competitividad.
Aunque el discurso global apunta a una era de Inteligencia Artificial (IA) y digitalización acelerada, la realidad del tejido MYPE en El Salvador es mucho más compleja. Según los informes, persiste una marcada “dualidad digital”: mientras una fracción minoritaria de empresas dinámicas adopta herramientas tecnológicas para optimizar su operación, la mayoría aún utiliza la tecnología únicamente para comunicación básica y presencia en redes sociales, sin impacto directo en la productividad. El reto para 2025, según el análisis, deja de ser «subirse a la moda digital» y pasa a usar la tecnología para mejorar costos, tiempos y procesos.

La formalización continúa siendo uno de los grandes nudos del sector. Aunque los esfuerzos institucionales para facilitar trámites han avanzado, el empresario MYPE sigue haciendo un cálculo pragmático: si el costo de ser formal supera los beneficios, permanece en la informalidad. Los informes señalan que el éxito de las políticas públicas dependerá de generar incentivos reales para mantener la formalidad, conectándola con el acceso a seguridad social y a mercados de mayor valor, especialmente a través de compras públicas.
Otro desafío creciente proviene del entorno ambiental global. Los nuevos estándares verdes impulsados por la cooperación internacional y por grandes corporaciones han convertido la eficiencia energética y la gestión de residuos en requisitos clave para acceder a cadenas de valor. Para las MYPES, este giro implica un costo elevado, pero también una oportunidad si se garantiza financiamiento adecuado.

La brecha de género sigue siendo uno de los hallazgos más persistentes: las empresas lideradas por mujeres suelen ser más pequeñas y con menor acceso al crédito, pese a mantener mejores historiales de pago. El informe señala que las Fintech y los modelos de banca digital podrían ser una herramienta decisiva si se incorporan criterios de diseño con enfoque de género que ayuden a democratizar el acceso al financiamiento.
Finalmente, se observa un cambio silencioso pero relevante en el perfil del emprendedor: un segmento emergente avanza de modelos familiares de subsistencia hacia microempresas más profesionalizadas y escalables. Aunque no buscan grandes rondas de inversión, utilizan tecnología accesible para crecer y estandarizar procesos, consolidando un tipo de emprendimiento pragmático adaptado al contexto local.
El sector MYPE enfrenta un 2025 desafiante, donde la tecnología, la formalización con incentivos y la sostenibilidad ambiental serán factores determinantes. Los informes concluyen que el talento empresarial existe, pero el país necesita un ecosistema económico que reduzca la fricción y permita que estas empresas den el salto hacia una mayor productividad y crecimiento sostenido.
