Un anuncio que ha resonado en las principales bolsas de valores y centros financieros del mundo, el Presidente estadounidense Donald Trump, ha revelado la existencia de un acuerdo comercial «cerrado» con China, a la espera de la ratificación final junto a su homólogo Xi Jinping. Este pacto, de concretarse, reconfiguraría drásticamente las dinámicas económicas globales y podría ser un game-changer en un panorama internacional ya de por sí complejo, generando tanto expectativas como incertidumbre entre analistas y actores del mercado.

Los detalles preliminares filtrados por Trump a través de su red social Truth Social son de una magnitud económica considerable. Se estipula que Beijing aseguraría el suministro anticipado de imanes y tierras raras, materiales cruciales para la industria tecnológica y de defensa que otorgan a China una ventaja estratégica significativa. Esta cláusula, por sí sola, tiene el potencial de aliviar cuellos de botella en cadenas de suministro críticas y redefinir la dependencia tecnológica de occidente.
En un movimiento que desafía la retórica habitual de «Estados Unidos primero», el acuerdo, según Trump, también contempla la admisión de estudiantes chinos en instituciones educativas estadounidenses, una medida que podría inyectar capital y talento en la economía del país. No obstante, el aspecto más llamativo del pacto reside en la estructura arancelaria: Estados Unidos se beneficiaría de un 55% en tarifas, mientras que China solo enfrentaría un 10%, una disparidad que, de ser cierta, alteraría radicalmente la balanza comercial y tendría repercusiones profundas en los flujos de bienes y servicios.La ausencia de mayores detalles sobre la implementación y los plazos de este acuerdo ha mantenido a los mercados en vilo.

La confirmación de este pacto, especialmente en un momento de tensiones geopolíticas y económicas, enviaría una señal potente sobre la voluntad de ambos gigantes de priorizar la estabilidad comercial. Este anuncio de Trump, calificado por él como una «excelente» relación, subraya la persistente influencia del exmandatario en el ámbito político-económico internacional y plantea un escenario de gran expectación.
Los próximos movimientos de Beijing y Washington serán observados con lupa, ya que la materialización o no de este acuerdo tendrá consecuencias directas y palpables en la economía global, el comercio internacional y las relaciones bilaterales entre las dos potencias más grandes del mundo.