Este concepto abarca varios aspectos, incluyendo:
Ingresos estables y suficientes: La capacidad de obtener ingresos de manera regular y suficiente para cubrir las necesidades básicas y preferencias personales, sin exponerse a riesgos financieros graves.
Protección social: Acceso a sistemas de seguridad social que ofrecen soporte en casos de desempleo, enfermedad, discapacidad, vejez y otros riesgos sociales. Esto incluye pensiones, beneficios por desempleo, y seguro de salud.
Acceso a servicios básicos: Facilidad para acceder a servicios esenciales como educación de calidad, atención médica asequible, y servicios públicos eficientes (agua potable, saneamiento, electricidad).
Estabilidad económica: Un entorno macroeconómico estable que reduce la volatilidad en los precios, el empleo y los ingresos, contribuyendo a la seguridad económica a nivel individual y colectivo.
Resiliencia financiera: La capacidad de afrontar eventos económicos adversos, como pérdidas de empleo o emergencias médicas, sin caer en la pobreza extrema o endeudamiento insostenible.
Para mejorar la seguridad económica, los gobiernos y organizaciones internacionales implementan políticas que promueven el empleo, invierten en educación y salud, desarrollan redes de seguridad social, y trabajan por la estabilidad económica a través de políticas monetarias y fiscales prudentes.