La OMC ya habrá logrado mucho si consigue ayudar a los países a mantener el statu quo, por no hablar de facilitar una mayor liberalización del comercio a corto plazo.
El resurgimiento de las restricciones a la exportación (prohibiciones, controles y sanciones) es una cuestión especialmente preocupante para el sistema de comercio basado en normas.
La OMC debería seguir instando a sus miembros a limitar el uso de las restricciones a la exportación y a cerciorarse de que sean focalizadas y temporales cuando deban aplicarse límites a las ventas. No obstante, la OMC también debe hacerse presente en ámbitos nuevos y delicados, sobre todo para proteger a los países más vulnerables en el sistema de comercio.
En primer lugar, tomemos por ejemplo los alimentos y los abonos, de los que Rusia es un importante proveedor mundial. La retirada del trigo ruso de los mercados mundiales, por ejemplo, perjudicaría la seguridad alimentaria mundial.
Desde el principio, los países sancionadores trataron de dejar claro que, desde un punto de vista legal, se podía comerciar con esos productos. Para estos y otros bienes de carácter humanitario se establecerían excepciones en las sanciones.
En segundo lugar, el comercio de petróleo crudo y sus productos derivados es más complejo. Retirar los suministros energéticos rusos de los mercados mundiales aumentaría los precios y ejercería presión sobre la economía mundial, por lo que las economías desarrolladas del Grupo de los Siete (G7) elaboraron un plan para inducir a los países a comprar esos productos rusos, pero solo si los precios se situaban por debajo de un tope.