La energía es el núcleo del desarrollo. Posibilita las inversiones, las innovaciones y las nuevas industrias que impulsan el empleo, el crecimiento inclusivo y la prosperidad compartida en un planeta más habitable.
Sin embargo, 675 millones de habitantes todavía viven sin electricidad en todo el mundo, y alrededor de 2300 millones de personas dependen de combustibles y tecnologías tradicionales contaminantes para cocinar sus alimentos.
Ampliar las energías renovables y la eficiencia energética, e invertir en electrificación a gran escala, al tiempo que se reducen gradualmente los combustibles fósiles, es fundamental para suministrar energía limpia.
La energía renovable puede ayudar a los países a mitigar el cambio climático, generar resiliencia frente a la volatilidad de los precios y reducir los costos de la energía.
Las tecnologías de energía solar y eólica son transformadoras: son abundantes en muchos países en desarrollo, tienen un costo competitivo y constituyen una fuente de energía confiable cuando se combinan con el almacenamiento. La energía hidroeléctrica también es un tipo de energía limpia y renovable, y una de las fuentes de electricidad más baratas para los consumidores.
Sin embargo, en los países en desarrollo, las costosas inversiones iniciales en eficiencia energética y energías renovables son inalcanzables debido al espacio fiscal limitado y la falta de acceso a financiamiento. Además, la incertidumbre macroeconómica y política desalienta el apoyo de los inversionistas privados a los proyectos de este tipo.