Miércoles, 15 Junio 2022 20:30

Ahorro global tras la pandemia e inversiones del sector asegurador

Escrito por Evelyn Alas

La abrupta crisis económica producida por la aplicación de las medidas de confinamiento y distanciamiento social para enfrentar la pandemia del Covid-19, a lo que en los últimos meses se han sumado los efectos generados por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, han tenido consecuencias que van más allá del solo efecto sobre los precios y las rentas de los agentes económicos.

La pérdida de actividad, por un lado, y los sucesivos shocks, por otro, han generado importantes impactos sobre los determinantes de la oferta de ahorro privado como son la estructura demográfica o el valor intertemporal del propio ahorro (representada en la estructura temporal de tipos de interés, que es lo que iguala la oferta de ahorro con su demanda para inversión).

Es cierto que el resultado final de este shock solamente se apreciará en el futuro, aunque ya es posible hacerse una idea preliminar de lo que el fenómeno implicará para el desempeño de la economía global. Lo anterior, porque el fenómeno tiene implicaciones a corto plazo sobre el ciclo económico y, de manera más relevante, sobre la inversión, la productividad y el crecimiento de largo plazo, así como sobre la estabilidad nominal y real que tradicionalmente aporta el sector financiero.

Canales de impacto a través de la cronología del shock La crisis del Covid-19: el shock germinal La crisis producida por la pandemia del Covid-19 supuso, en primera instancia, un shock con tres canales de transmisión relevantes hacia el ahorro. En primer lugar, por la vía de los niveles de actividad, la renta y la liquidez. En segundo lugar, a través de la aversión al riesgo producida por la incertidumbre.

Y, en tercer lugar, por la vía demográfica a través de la afectación de la esperanza de vida de la población. En primer término, desde el punto de vista de los niveles de actividad, la gran mayoría de las economías del orbe entraron en recesión técnica, fundamentalmente como consecuencia de la implementación de medidas de confinamiento y limitación a la movilidad y el contacto social.

Cabe señalar que hasta antes del día 24 de febrero (fecha del inicio de la invasión de Ucrania) pocos países habían recuperado los niveles de actividad previos a la pandemia, y la crisis desatada (en especial en Europa) a raíz de la invasión sin duda postergará aún más dicha recuperación. Ahora bien, con la caída de la actividad económica producida por la pandemia llegó también un incremento de las necesidades de liquidez.

Desde la perspectiva de la actividad aseguradora, la dinámica de los rescates de pólizas de seguros de Vida constituye un buen ejemplo de este fenómeno. Ello resultó de especial relevancia en el caso de los países en los que el empleo de las transferencias públicas no fue tan importante, tanto por la carencia de espacio fiscal como por decisiones de política económica.

En regiones en donde el margen fiscal fue mayor, los problemas de liquidez fueron apaciguados con transferencias de rentas o garantías del estado (v.gr., en Estados Unidos y la Eurozona), aunque esto ha dado pie a un problema de estabilidad fiscal patente en algunas economías europeas, como la española.

En segundo lugar, la crisis producida por el Covid-19, como todo proceso del que no se tiene información suficiente, supuso una fuente de incertidumbre inconmensurable y, por lo tanto, generó un repunte global en la aversión al riesgo con tintes mayores en los países emergentes que en los desarrollados, tal y como se aprecia en el comportamiento del VIX y el EMBI a lo largo de la pandemia.

Como se sabe, la aversión al riesgo es siempre catalizadora de un sell off de los mercados financieros con ineludibles efectos sobre variables nominales como precios de activos y monedas que, en última instancia, impactan sobre la estabilidad de aquellos países más dependientes del ahorro externo (como Latinoamérica), situación que se refleja en los flujos financieros hacia estos.

Y, en tercer lugar, la pandemia del Covid-19 tuvo también una consecuencia en la dimensión demográfica. La incidencia y letalidad de la pandemia fue claramente mayor en los segmentos más maduros de la sociedad y, por lo tanto, redujo la población de mayor edad2, a la vez que ralentizó temporalmente el incremento en la esperanza de vida.

Como era de esperar, este efecto fue superior en los países más vulnerables, es decir, aquellos en donde los sistemas de salud mostraban mayores debilidades.  

El conflicto en Ucrania: una vuelta de tuerca Uno de los más destacables impactos producidos por las restricciones asociadas al combate del Covid-19 fueron los efectos sobre la cadena de valor global. A lo largo de la pandemia, la logística global se vio entorpecida por las sucesivas cuarentenas obligatorias, de la misma manera en la que se está viendo hoy en día en China.

Estos problemas de suministro, unidos al shock de demanda producido por la salida de la crisis, supusieron una doble fuente de tensión sobre los precios de producción y consumo globales que, además, se vieron estresados por la fortaleza del dólar estadounidense que ha actuado como activo de refugio. En este contexto, los bancos centrales de la mayor parte de las economías del orbe, con especial énfasis en los países emergentes, debieron iniciar un proceso de endurecimiento de su política monetaria, añadiendo con ello tensión a las condiciones financieras, como se puede ver en el desplazamiento ascendente de las curvas de tipos de interés.

En este marco, la crisis producida por la invasión de Ucrania supuso un agravamiento de las dinámicas que ya se fraguaban con la salida de la crisis de la pandemia, recrudeciendo los efectos de las heridas dejadas por la crisis del Covid-19.

De esta forma, la actividad económica volvió a resentir atonía, retrasando la recuperación de los niveles previos a la pandemia, a la vez que la aversión al riesgo volvía a aumentar. Adicionalmente, el shock de precios sobre energía se ha trasladado con celeridad al resto del IPC tensionando aún más los precios. En consecuencia, las condiciones monetarias y financieras vuelven a encontrase a las puertas del endurecimiento (liderado por Estados Unidos y el Reino Unido, en el mundo desarrollado), lo que, en última instancia, significará un incremento de los tipos de interés a los que ahorro e inversión deberán ajustarse.