En el mes de enero el organismo multilateral proyectó un crecimiento de 4% para El Salvador, pero luego en abril lo rebajó a 2.9% y dos meses después bajó esa proyección a 2.7%.
En 2021, el crecimiento económico se recuperó a un 10.7 por ciento, respaldado por el consumo impulsado por las remesas y por las exportaciones.
Persisten otros desafíos para El Salvador, como la necesidad de avanzar en reformas para la sostenibilidad fiscal. La respuesta fiscal a la crisis de la COVID-19 ayudó a mitigar sus impactos, costó alrededor del 15 por ciento del PIB y, junto con bajos ingresos y gastos rígidos, llevó la deuda pública a más del 90 por ciento del PIB.
Para evitar el sobreendeudamiento, El Salvador requiere una consolidación fiscal para mejorar la movilización de ingresos y aumentar la eficiencia del gasto, al mismo tiempo que se protege la recuperación económica y a las personas en pobreza. Un paquete fiscal sólido también puede ayudar a El Salvador a reducir los riesgos de refinanciamiento.
La tasa de pobreza (basada en una línea de pobreza de US$5.5 por persona por día) disminuyó del 39 por ciento en 2007 al 22.3 por ciento en 2019. La pobreza extrema, medida en US$1.90 por día, disminuyó del 13 por ciento en 1995 al 1.5 por ciento en 2019.
Impulsado por un crecimiento favorable a los pobres y más prosperidad compartida, El Salvador se convirtió en el país más igualitario de América Latina y el Caribe (ALC). El índice de Gini cayó de 0,54 en 1998 a 0,38 en 2019, el más bajo de la región.